No me soltarás, by Rojo.


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18 de marzo de 2011

AYUNAR, UN PRIVILEGIO DE LOS RICOS

La Iglesia enseña que una de las mejores maneras de vivir el tiempo de cuaresma es ayunando.

Pero en este mundo, ayunar es un privilegio. No de las personas que tienen un físico fuerte como para no tomar las grandes comidas. La cuestión es otra. Sólo quien no pasa hambre, puede hacer ayuno. Las demás personas en el mundo que tienen hambre no pueden ayunar. Sólo ayunan los que tienen en sus mesas el pan cotidiano.

He visto en la India los diferentes rostros del hambre. También en la Argentina, Brasil, Paraguay, México y Costa de Marfil. Porque el hambre tiene un rostro similar en todo el mundo.

Nosotros podemos darnos cuenta muy rápidamente. Porque nosotros (yo y ustedes) no tenemos hambre. Pero son muchos los que en este bendito mundo pasan hambre. Muchos más de lo que podemos imaginar. Y ellos, con su hambre habitual, no pueden ayunar. Porque no pueden elegirlo. Para ellos el hambre es su pan cotidiano; todos los días ayunan sin quererlo.

Nosotros en cambio podemos ayunar. ¿Cómo es posible? ¿Este ayuno no es un insulto para el hambre de estas personas? Ciertamente, Dios no necesita de nuestros sacrificios. Nuestro ayuno no aumenta la gloria divina. Y más ayuno no nos va a poner más cerca de Dios. Algunos creen que ayunar nos ayuda a disciplinar nuestros cuerpos. A mí eso me suena a desfasado.
La verdadera razón de practicar este tipo de privación no tendría que ser el esfuerzo personal de conquistar nuestra voluntad salvaje, sino el acercarnos a toda esa gente, que en este momento están sintiendo hambre en sus entrañas. El verdadero ayuno que quiere nuestro Dios, el Padre de nuestro hermano mayor Jesús, es que invitemos a nuestra mesa a la gente hambrienta a lo largo de todo el mundo. Así lo decía Dios a través del profeta: “El ayuno que yo quiero es compartir el pan con el hambriento” (Is. 58, 7).

(S. García. Eclesalia)

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Fundación Diálogo
www.fundaciondialogo.org.ar

14 de marzo de 2011

Boletín N° 92, del 14 al 20 de Marzo de 2011.


Queridos amigos y hermanos:

La naturaleza nos ha dado otro duro golpe. Tanta desolación, destrucción, dolor, pérdida de vidas humanas y materiales, peligro de nuevos desastres naturales. Las centrales nucleares en Japón, en alerta máxima y que tienen a tantos preocupados, con la sensación de acabo de mundo, pues no se tiene un conocimiento acabado de las reales consecuencias que esto pudiera acarrear para el planeta. Me pregunto, ¿qué nos estará queriendo decir el Señor con estas señales, son de Él, qué nos estará pidiendo?

Quizá, la invitación sea para detenernos a reflexionar, para buscarle y pedirle perdón a Dios por la manera en que mal utilizamos los recursos y la libertad que nos regala. Quizá nos pide convertirnos más profundamente y creer en el Evangelio, como decía el sacerdote cuando nos signaba con las cenizas la semana pasada.

Ante todas estas dificultades e incertidumbres, nos ayudará el encontrarnos con el Señor. Deberemos buscarlo de corazón en la oración, en las Sagradas Escrituras, en la Eucaristía frecuente, en el Sacramento de la Reconciliación., no queremos perder la esperanza.

Queremos estar alegres por el don de la fe, porque somos hijos de Dios, porque nos ama, porque formamos parte de la Iglesia, porque somos capaces de compartir lo que somos y tenemos, porque hacemos esfuerzos por ser consecuentes con nuestros ideales. Nos cuesta es cierto, pero confiamos en el Espíritu de Jesús que nos ha sido dado y nos sigue animando.

Con esta simple reflexión, les envío el Boletín de esta semana, esperando que en el transcurso de los próximos días, podamos descubrir con mucha claridad, lo que Dios quiere para cada uno de nosotros.

Les saluda con afecto, en la Paz de Cristo y María,


Max San Juan A.
Boletín parroquial